LA ARTICULACIÓN
Articular
bien, es pronunciar distintamente todas las consonantes.
Debe tenerse
en cuenta que la lengua es el órgano que contribuye de modo más importante a la
claridad de los sonidos de las palabras, porque aunque la boca tiene la
apertura necesaria, los sonidos producidos no pueden modularse si la lengua
permanece inactiva o se mueve con torpeza.
Los labios
también son muy importantes para una pronunciación clara, si se dejan
excesivamente relajados, el resultado es una serie de murmullos confusos,
especialmente en los sonidos P B M F, que exigen una enérgica acción labial.
Articular
bien, entre otras cosas, permite hacerse comprender claramente, incluso, cuando
se habla en voz baja.
CUALIDADES DE LA ARTICULACIÓN
Claridad o nitidez: Es la primera
cualidad de la articulación, debe accionarse correctamente el maxilar inferior,
la lengua y los labios para lograr una dicción bien definida.
Ciertos hábitos viciosos que no se han corregido a tiempo,
son los causantes de una defectuosa dicción. Es preciso hablar despacio para
articular con claridad.
Intensidad: El factor que en mayor
grado afecta la inteligibilidad, es probablemente el nivel sonoro de las
palabras, que depende a su vez, por una parte, de la distancia entre el emisor
y el receptor y por otra de la intensidad de los ruidos ambientales, ya que
estos pueden enmascarar o debilitar los sonidos.
Una voz llega más lejos mientras más intensa es, cuanto más
aguda es, porque la frecuencia de las vibraciones es mayor.
Flexibilidad: Un discurso puede
perfectamente ser claro pero es posible que deje en quien lo escucha, una
nebulosa sensación, que frustre de ese modo la comunicación.
Esto sucede
cuando la voz carece de la flexibilidad necesaria para expresar significados
finos y emocionales de los que por regla depende una pronunciación exacta y
agradable.
¿Qué hacer
para que las ideas centrales se destaquen sobre las demás?
Lógicamente, tener la flexibilidad necesaria y eso se logra
haciendo uso de cualidades importantísimas como la velocidad, las pausas, el
ritmo y el tono, elementos necesarios para dar claridad y vivacidad a la
expresión oral.
Velocidad: la mayor parte de los que
hablan con excesiva velocidad fatigan a quienes quisieran escucharle.
Otras en
cambio, hablan con excesiva y desesperante lentitud.
¿A qué
velocidad debe hablarse?
Se puede
decir que se habla con mayor velocidad si se trata un tema superficial, que
puede seguirse fácilmente, por el auditorio o de un tema suficientemente
conocido.
Se habla con
menor velocidad, cuando los oyentes están poco familiarizados con el asunto que
se trata, o cuando el nivel intelectual de aquellos sea muy diverso.
En su
mayoría, las personas hablan a una velocidad de 120 a 180 palabras por minutos,
pero no es posible hacerlo a una velocidad uniforme.
Lo correcto
es que la velocidad se ajuste al tipo de sentimientos o pensamientos que el
orador trata de transmitir.
La rapidez
en el hablar es un obstáculo para mejorar la dicción y corregir sus defectos,
pero la lentitud por sí sola no resuelve ni siquiera la claridad.
Hay que
hablar lentamente, pero con un ejercicio para frenar el impulso instintivo de
correr, para acostumbrarse a utilizar más los músculos de la boca y dominarlos
mejor.
Para
adquirir el hábito de silabear y vocalizar, para que no se pierda una sola
palabra en el camino. Pero una vez lograda una más clara vocalización, la
velocidad ha de adecuarse al tema, al auditorio y al valor de las ideas que
quieran destacarse.
DICCIÓN
Es la manera
de pronunciación dentro de las condiciones que imponen las reglas gramaticales.
Demóstenes
opinaba que la pronunciación es lo más importante, la misma debe ser clara y
entendible.
El
desconocimiento del idioma hace que cometamos muchos errores imperdonables.
Por tanto el buen locutor y el buen orador deben profundizar
en el estudio y práctica de la ortología, que nos enseña la correcta
pronunciación de las palabras.
Entonación:
Es el grado de elocución, inflexión y expresión de la voz
alcanzada, para lograr una expresión oral de máxima calidad.